Monografias.com > Sin categoría
Descargar Imprimir Comentar Ver trabajos relacionados

Cuenta Cuántos Cuentos Cuento (página 2)



Partes: 1, 2, 3

Finalmente, los gobernadores de las provincias
orientales han advertido a Sanesteban sobre sus planes de control
total. En eso, al menos, Sanesteban tenía razón.
Egüez encabeza un movimiento contra él.

Octubre 14 de 1493

Ante la profundización de la brecha entre
Sanesteban y Egüez, el primero ha pedido al segundo que se
presente en Barcelona. Egüez se ha negado y Sanesteban ha
enviado a un grupo de agentes de Inteligencia para que lo
asesinen. El coronel ha escapado a este intento y ahora,
auspiciado por los gobernadores de Viena, Atenas y el Cairo, ha
declarado la guerra a Sanesteban y a todos los que lo sigan. Ante
esta situación, los ataques turcos se han agudizado,
asaltando nuestras guarniciones en Creta. En Canarias tuvimos que
defendernos de un ataque pirata y en Europa el pueblo agrede a
nuestros soldados, al menor descuido.

Octubre 31 de 1493

La guerra civil entre Sanesteban y Egüez
está llevando a este mundo al colapso. Por la
reubicación de fuerzas, los pequeños destacamentos
que quedaron en la frontera oriental fueron, virtualmente,
aniquilados por los turcos y los rusos, sin tomar en
consideración la suerte de aquellos americanos que fueron
tomados prisioneros y vendidos como esclavos a lo largo y ancho
del sur asiático. Los europeos atacan a traición a
los nuestros. Son bárbaros desesperados, atrapados entre
dos mundos ajenos, que atacan con fiereza, sin importarles la
vida. Finalmente, la misma guerra civil nos ha maniatado con
sospechas e intrigas que tienen su raíz en las diferencias
geográficas de origen de nuestros propios soldados. No hay
que olvidar que la unión americana lleva unos pocos
años y que por eso, la integración no ha fraguado
completamente. Así, aquí y lejos de la peor parte,
solo respiramos desconfianza e inseguridad. Nunca sé si
mis subalternos van a recibir una orden mía o van a
intentar asesinarme por orden de uno de los bandos.

He pensado seriamente en la posibilidad de escapar rumbo
a América. Invirtiendo la dirección, puedo
eventualmente cambiar el proceso físico de tiempo y
regresar a la Madre Patria para denunciar la demencia del tirano.
Debo, eso sí, esperar el minuto adecuado.

Noviembre 14 de 1493

El día de ayer fue funesto. Sanesteban dio la
orden de atacar, nuclearmente, a las fuerzas de Egüez. A su
vez, el coronel rebelde hizo lo mismo contra las fuerzas de
Sanesteban. Después de unas horas del ataque, las
comunicaciones se cortaron. Mucho tememos que gran cantidad de
personas han muerto y que la cultura de esta región se
haya destruido por la codicia y voracidad de estos
conquistadores.

¿Cómo nos recordará América
al pasar de los años? No quiero ni pensar en
ello.

Después de la suspensión de las emisiones,
los soldados a mi cargo, enloquecieron abandonando sus puestos y
dispersándose por los campos y montañas. Supongo
que lo propio hizo el grupo de sobrevivientes, en otros lugares.
Yo he aprovechado la oportunidad para sustraerme un avión
de vigilancia; son aparatos ligeros y de gran
autonomía.

Al momento del despegue, sin embargo, un proyectil
disparado por un último grupo de defensores de la base,
ingresó por una de las ventanillas del aparato y me
hirió. Sin embargo, la tensión de la huida y de
todo este desorden, me ha permitido seguir consciente en mi
escape, minimizando el dolor de mi herida. ¡Debo alcanzar
América para denunciar lo ocurrido!

Hasta este momento he podido mantenerme despierta. Abajo
hay una isla; parece Barbados… Creo que lo
logré… al fin… ¿Noviembre 14 de 1493
o de 2093?

Lo último que recuerdo es haber tenido problemas
con mi aparato y saltar del avión antes de que éste
se estrelle contra el mar.

Durante horas he estado esperando la presencia de
algún guardacostas que me rescate…

¡Traidores! Los denunciaré, lo
juro…

¡Vaya, ya vienen por mí!

Me siento muy débil para continuar…

Seiscientos años
después…

"¿Qué opina de esto profesor; cree que
tenga que ver algo con lo que dicen los anales de hace 600
años?"

"Es probable, el contador indica que el cuerpo de esta
mujer estuvo expuesto, periféricamente, a una
emisión fuerte de radioactividad. Adicionalmente, su
conformación ósea nos indica que es un ser humano
proveniente del extremo oeste de Asia".

"¿Aquella región que se degradó por
el impacto de meteoritos radiactivos, profesor?"

"Eso parecen decir los anales, ayudante Mool Puc. Por
alguna razón aún desconocida, esta mujer
llegó hasta aquí después de haber vivido la
tragedia de aquella tierra que los bárbaros que la
habitan, llaman Ureopa".

Rizzo

En una ciudad cualquiera y en una época ambigua,
vive y desarrolla sus ilusiones, o mejor sería decir
alucinaciones, el héroe de este cuento. Rizzo Ruvilo,
bautizado por sus amigotes como melloco por coloradote y
baboso, es un muchacho de trece años (¿el trece no
es número de mala suerte para los europeos?), piel rosa,
cabellos rubios y ensortijados, ojos celestes y cuerpo rollizo.
Estudia, aunque sería mejor decir vegeta, en Tercer Curso
del Colegio de los Curas Jardineros. Además de la comida,
sueña con pilotear viejos convertibles, dejar de asistir
al colegio y hablar con sus compañeros, del amor secreto
de su vida llamado Raquel Figueroa. Ella –Raquel- es una
guapa psicóloga de veintiséis años, piel
dorada, cabellos azabache, ojos color de la aceituna y cuerpo
escultural. Amén de tener un consultorio para atender a
lorenzos y filósofos de izquierda (los de derecha se
dedicaron a la Cienciología), Raquel enseña
Educación Sexual en el colegio de los curas.

Una tarde de otoño o de primavera (en el Tercer
Mundo nunca se sabe), Rizzo patea piedrecillas mientras avanza a
su casa. Regresa temprano porque lo echaron del curso de
Educación Física. Para quemar tiempo y que sus
padres no descubran el arribo anticipado, se detiene en la tienda
del Liborio Wright. Batallando contra la masa de compradoras,
finalmente, es atendido por el amable Liborio.

"¿Qué quieres, gordito?".

"Un sanduche de pernil y un cigarrillo, vecindorio",
pide decidido Rizzo.

Algunas señoras se comprimen y arrebatan, como
dice la canción de Sandro.

"¡Gordo fumón!, ¡atrevido!", piensa
el honrado comerciante, mientras cuenta los villusos de la venta
de cigarrillos a un menor.

Media hora más tarde, en el parque Lincoln, Rizzo
ha adquirido un juvenil tono verde amarillento,
combinación de la carne de puerco y el tabaco. Recuperado
del malestar, se encamina a casa, justo a la hora de la merienda.
Después de engullir todo lo comestible, exige a su madre
un buen vaso de jugo de mora.

"La crisis de alimentos no nos permite desperdiciar
nada", dice Rizzo…

"La Edad del Burro le invita a comer", piensa la
mamá…

"Glotón irresponsable", masculla su
padre.

Rizzo pide disculpas y se levanta de la mesa.

"¿No tienes que hacer tus tareas?, se apresura a
preguntar el inquieto padre, porque por el camino que llevas, te
vas a cargar el Año".

"No te preocupes papo, todavía hay
tiempo".

"¡Tiempo! ¡Si restan solamente cinco semanas
para los exámenes finales!".

Rizzo no le da importancia a los temas fútiles;
se refugia en su dormitorio y enciende el televisor.

Una voz en Off, anuncia en la tele: "Producciones
JORGE RUÍZ Televisión
y este Canal
independiente, presentan su Serie Estelar: ´Las
Desventuras de Nori Navas´"
–y agrega-; "hoy
presentamos: ´Qué cerca estuvimos de la
Categoría D, Pepe
´. Con la actuación
especial de los galanes chuncheños Polonio Mier Daza y
Aulogelio Vaca Cando, opacados por la belleza de la diva
chambeña Helena Dávalos Hoyos. Completando este
firmamento estrellado, actuará el ídolo del momento
Indio 1, en el papel de Indio 2".

Rizzo, naturalmente, no puede excusarse de mirar un
episodio tan ilustrativo.

Una serie de televisión tan apegada a la real
realidad, siempre despierta emociones y, por supuesto, el apetito
de nuestro robusto adalid.

"Antes de acostarme, aplacaré mi hambre con algo
de pollo, papas fritas, ensalada de col, pastel de limón
y, por si acaso el apetito, otro fonaso al Pollo
Pillín
".

Se desliza ágilmente y, antes de que lo
descubran, está ya en su mullida cama, consumiendo todo el
contrabando.

"Tengo que tratar de dormir; revisaré la
sección EVA de mi revista ADAM &
EVE…".

En ese momento, unos golpes en la puerta y la voz de su
madre recordándole el examen de Educación Sexual
del siguiente día, hacen volver a Rizzo a su triste
realidad de estudiante púbero.

"Que no hubiera examen mañana –piensa
Rizzo-; que algún comedido me obsequiara las respuestas;
que hubiese un golpe de Estado y cerraran el colegio de los curas
por comunistas… ¡Que se acabara el mundo y
punto!…".

Sin saberlo, Rizzo ha traspaso el peligroso umbral de la
realidad.

"Que se acabara este mundo pendejo y solo Raquel y yo
sobreviviéramos".

Ya se ve en el salón de clases
dirigiéndose hacia sus amigotes (junto con Rizzo, los
peores del Curso) y ella tratando de retenerlo con el pretexto de
más consejos para su cátedra.

De pronto, un genial experimento fuera de control, pone
fin a esta alegre humanidad. Solo Rizzo y Raquel
sobreviven.

"Cosas de la química de nos los fuertes", piensa
Rizzo.

"¿Qué ocurre Tarzán?", susurra la
pobre Raquel.

En este punto, podría afirmarse que ella es una
beldad en aprietos; él es el Duro y este es su Festival.
Como es natural, la mujer está aterrorizada y se abraza a
él; Rizzo la separa, bruscamente, para tener las manos
libres en caso de necesidad.

"Que Bronson ni que nada, a las jebas se las domina
así", exclama Rizzo.

"¿Qué haremos?, ¿adónde
iremos?", se cuestiona Raquel.

"Que no te acanallen esas ideas. Yo preveía el
desastre porque mi abuelita que es PhD en Física Nuclear,
me anticipó del riesgo; con sus sugerencias,
acondicioné la suite presidencial del Hotel Oro Puro (el
hotel donde cobran duro) para nosotros".

¡Oh iniquidad!, qué tribulaciones para
tontas las de la fémina que tiene la suerte de ser la
sombra de Rizzo.

"¿Qué comeremos? ¿De qué
viviremos?, insiste la incipiente.

"Pamplinas mi figurín Valdivia, en una suite
anexa a la que usaremos como nido nupcial, acondicioné una
bodega refrigerada con suficiente alimento y bebida para nosotros
y nuestros críos".

La dama se ruboriza, el galán
sonríe.

Ya en la suite presidencial, Rizzo decide salir de
cacería. Debe buscar un arma de grueso calibre que se le
acomode. "You never know –sentencia-; puede haber mutantes
agresivos o políticos –que para el caso, son lo
mismo-, dispuestos a fastidiar mi aventura. Una Magnum Especial y
un convertible es todo lo que necesito para imponerme. De paso,
me divertiré estrellando autos abandonados en el trayecto,
porque todavía soy un púbero.

"No me abandones mi escultura del Manteño",
suplica Raquel, mientras saborea unos chocolates INEDECA, en su
boquita de caramelo.

"Está bien mi muñequita de PYCA, pero deja
libre mi diestra para poder disparar a discreción. Vamos a
inspeccionar las ruinas de la universidad de los curas porque
tengo la sospecha de que allí se produjo la
explosión que acabó con la humanidad. No olvides
que allí trabajaban las Físicas Nucleares Elvira
Torres y su colega calacaleña Elsa Pallo, admiradoras
declaradas del turco Bin Laden; quiero ver si estuvieron
involucradas en este atentado contra el Mundo Libre. Al paso,
quiero comprobar la Tesis de un tal Naranjo, que dice que
después de un baño de radiación Gama sobre
nuestro planeta, solo sobrevivirían las cucarachas, las
lagartijas y los antropólogos".

Subidos en un Swift del año, recorren la 12 y
quedan embotellados en el fondo de un largo túnel que
enlaza los dos extremos de la ruinosa urbe.

Muchos autos obstruyen la vía; "tendremos que
caminar", maldice Rizzo.

"Tengo miedo, Adonis", solloza la desconsolada
Raquel.

Ya fuera del vehículo y en medio de la
lúgubre oscuridad del túnel, Rizzo y su
compañera escuchan el rugir de un león. Ella grita,
mientras él piensa, rápidamente, que la bestia
debió escapar del zoológico Eloy Alfaro. Entonces,
aprovecha la inmovilidad de su "sona" ("hembrita", en Chafiqui),
para arrancarle un trozo de su vestido.

"No te inquietes flor de yuyo, tomo prestado este poco
de tela con el cual fabricaré una antorcha para deslumbrar
al gato" –dice él- mientras le agradece,
mentalmente, al Capitán Ligero, en quien se inspiró
para tomar tan cruda pero, siempre necesaria,
decisión.

Pensando en estas realidades, Rizzo queda
dormido.

***

Al día siguiente, en el salón de clases,
Rizzo y Raquel están solos. Ella, corrigiendo los
exámenes; él, castigado por intentar copiar durante
la prueba.

En ese instante, un experimento fuera de control, pone
fin a esta necia humanidad.

"¡Sobrevivimos!, dice Raquel. Tal vez el grosor de
las paredes frenó el impacto".

"Quiero ir donde mi mamo", solloza Rizzo,
abrazándose a la cintura de la aturdida
profesora.

"Ya Rizzo, contrólate; necesitamos estar
tranquilos para poder buscar ayuda. Tenemos que encontrar a otros
sobrevivientes y refugiarnos en alguna parte. La tarde termina y
pronto será de noche".

En sus supervivientes fantasías, Rizzo propone la
suite presidencial del Hotel Oro Puro (aquel que cobraba duro).
Ella dispone utilizar, momentáneamente, el estrecho y
elevado campanario de la capilla del colegio.

"Allí –asegura Raquel- podremos pasar la
noche, lejos del agudo olfato de los posibles perros
hambrientos".

¡Vaya bultito con el que cargamos a doña
Raqui!

"¿Y qué comeremos, haber, ah,
ah?".

"Tengo una barra de chocolate en mi bolso y pasaremos
por las ruinas del comedor para ver qué hallamos,
¿entiendes?".

Rizzo la oye sin escuchar.

Ya en el campanario, después de haber rescatado
unas nueces y un cuchillo, Rizzo devora lo poco que lograron
conseguir. La profesora tiene que conformarse con la esperanza de
que alguien los salve o, de lo contrario, continuar
sustentándose, de hoy en adelante, con las raíces
dulces de algunos árboles en pie. "Quizá no
estén contaminadas", piensa.

Sin embargo, el hambre no le permite esperar al
siguiente día.

"Salgamos de aquí y busquemos las bodegas del
supermercado. Deben estar llenas de toda clase de cosas
útiles que podremos usar mientras encontramos algún
camino para salir de la ciudad".

Entre los escombros, los dos supervivientes avanzan con
cautela. Ella, buscando el mejor atajo, él, colgado de la
falda de la profesora.

"¡Llegamos Rizzo, al fin! Esta puerta nos
conducirá a la bodega… Entrégame un pedazo
de tu camiseta, necesito fabricar una antorcha".

El niño se colorea y ella tiene que arrancar un
trozo de tela de su vestido para fabricar la mecha. "Qué
vergüenza", piensa él. "Qué cojudo", se
convence ella.

Ya en el interior de la bodega y con la puerta asegurada
por dentro, a la luz de unas velas y con el hambre saciada,
Raquel tiene tiempo para pensar: "¿Qué fue lo que
ocurrió? ¿Qué ocurrirá mañana,
Dios mío? ¿Será solo aquí? ¿Y
el resto del mundo? ¿Habrá más
sobrevivientes? ¿Y si fuéramos los
últimos?".

"De ser así, ¿dejaré que esta torpe
humanidad termine aquí?".

"No sería justo que toda la especie humana
desaparezca solo por la poco inteligencia de unos
cuantos".

El instinto de Raquel se impone a su lógico
pesimismo. A pesar de todo, ella cree que la humanidad debe
reproducirse.

"No puede desaparecer", murmura, mientras despierta a
Rizzo que yace en el quinto sueño. Al despertar el chico,
ella le explica la situación. Quiere hacerle entender;
¡tiene que hacerle comprender! El niño se ruboriza,
retrocede, corre en dirección a la puerta… La
psicóloga se levanta, le llama, lo persigue. Rizzo da un
alarido…

***

En ese momento, golpean la puerta. Una voz de mujer
-¡oh no, otra mujer!-, llama del otro lado.

"¡Qué ocurre!", cuestiona la
voz.

Rizzo sigue gritando: "¡Auxilio…
auxilio… es mi maes… es mi prof…! pro;
¿eh?".

"Es mi pro… ah,… es mi propia bicicleta
que se había hecho enorme y quería arrollarme,
mamo".

Los restos de la comida en la mesa de noche de la
habitación de Rizzo lo delatan.

"¿Otra pesadilla por estar comiendo de noche y a
lo mudo, Rizzo?".

"¡Nu… nuuu, mamuuta!".

ATL

Seis siglos después de que América
retomara su antiguo orden precolombino, nubes de muerte vuelven a
ensombrecerla.

Culturalmente equilibrado por la no injerencia de otros
pueblos, el continente que ahora se lo conoce como Atl
(Agua, en el idioma náhuatl o azteca, por
hallarse entre dos océanos), se ha integrado de tiempo
atrás, formando un país-continente maravilloso. Su
milenaria civilización no tiene igual. Sus costumbres son
imitadas. El mundo teme y envidia a Atl por sus continuos
avances. En parte plano y en parte montañoso, el
país goza de todos los recursos. Sus climas, sus niveles,
sus materias naturales, sus logros industriales, sus avances
tecnológicos y su gente disciplinada, son sus mayores
tesoros. Todo es orden y producción. Tiene hermosos
núcleos urbanos regados por toda su geografía y
conectados entre sí por increíbles sistemas viales
y de comunicación. Suntuosas villas de recreo adornan sus
fértiles campos.

El centro neurálgico, La Gran Capital, como la
denominan popularmente, que rige los destinos de su extenso y
creciente imperio, se asienta en el centro de la isla continental
mirando al celeste mar de los Caribes, a través del Golfo
de Urabá. Cinturas naturales y artificiales de tierra y
mar, forman las zonas residenciales, comerciales, industriales y
políticas de la inmensa y bien planificada urbe. Las
bondades de este país son tantas, que parece regido y
habitado por dioses y no por hombres.

Sin embargo y como ya se ha mencionado, después
de seis siglos en que América volviera a su antiguo cauce,
convirtiéndose en el país-continente llamado Atl,
negras nubes oscurecen su futuro.

"Entre el sinnúmero de hazañas que honran
a vuestro pueblo que leemos con asombro en nuestros escritos,
figura una superior a todas las demás y que demuestra una
virtud extraordinaria. Nuestros libros nos refieren cómo
destruyó Atenas una formidable escuadra, que procedente
del océano Atlántico invadía insolentemente
los mares de Europa y Asia conquistando territorios. Porque
entonces se podía atravesar aquel océano; en
efecto, frente al estrecho que vosotros en vuestro lenguaje
denomináis las columnas de Hércules existía
una isla. Esta isla era mayor que Libia y Asia reunidas; los
navegantes pasaban de esta isla a otras y de éstas al
continente que tiene sus orillas en aquel mar verdaderamente
digno de su nombre. Todo lo que está aquende del estrecho
del que hemos hablado, se asemeja a un puerto de estrecha bocana,
mientras el resto es un verdadero mar, lo mismo que la tierra que
lo rodea tiene todo derecho a ser llamada un continente. En esta
isla Atlántida sus reyes habían llegado a construir
un gran y poderoso Estado que dominaba en toda su isla entera, en
muchas otras y hasta en diversas partes del continente. En
nuestras comarcas, a este lado del estrecho, eran dueños
de Libia hasta Egipto y de Europa hasta Tyrrenia. A esta potencia
se le antojó un día reunir todas sus fuerzas para
someter de golpe a nuestro país, al vuestro y a todos los
pueblos situados aquende el estrecho y, en esas circunstancias,
amado Solón, fue cuando vuestro Estado mostró al
mundo su valor y su poderío. Al frente de los griegos al
principio, porque aventajaban a todos los pueblos vecinos en
magnanimidad y en todas las habilidades de la guerra y solo
después por la deserción de los aliados,
arrostró los mayores peligros, triunfó en los
invasores, se apoderó de los trofeos, libró de la
esclavitud a los pueblos que todavía no habían sido
sometidos y devolvió la absoluta libertad a los
esclavizados de aquende las columnas de Hércules. Mas en
los tiempos sucesivos, ocurrieron intensos terremotos e
inundaciones y en un solo día, en una noche fatal, todos
los guerreros que había en vuestro país fueron
tragados por la tierra que se abrió y la isla
Atlántida desapareció entre las olas; este el
motivo de que todavía hoy día no pueda recorrerse
sin explorarse este mar, porque la navegación encuentra un
obstáculo invencible en la cantidad de limo que la isla
depositó al sumergirse".

En el Templo a Umiña –Diosa de la Salud
y la Prosperidad-, el venerable sacerdote concluye con la lectura
de los párrafos del antiguo Diálogo de
Platón y lo deposita en las manos del joven Quento, quien
acompañado de su esposa Toa y los amigos de éstos,
Llyra y Thome, se dispone a escuchar la advertencia del
anciano.

SACERDOTE NAILAMP: Hijos míos, como a mis
más queridos discípulos, debo confesarles una
inquietud que amarga mi viejo y enfermo corazón. Estos
Diálogos que se acaban de descubrir, contienen más
que una leyenda, una horrible profecía acerca de nuestra
Atl. Esta Quinta Generación de seres humanos está
pronta al fatídico día de 4-Movimiento. Es cuando
esas convulsiones de la tierra echen al abismo a nuestro amado
continente, cuna de la civilización mundial. Mis
días está numerados, pero ustedes amados
jóvenes, deben advertir a los ciudadanos acerca de este
riesgo. Estudien a fondo esta documentación;
convénzanse de lo que para mí es una triste
realidad y adviertan al Estado y al pueblo sobre su
próximo fin de no tomar rápidas medidas. No
escatimen en estrategias cuando, convencidos ya, quieran salvar
la base misma de nuestra luminosa civilización.

QUENTO: Padre bueno, ¿quiere usted atemorizarnos
con una leyenda bárbara de hace tres mil años?
¿Por qué, si nosotros somos aquella
Atlántida que se abismó por sus feos pecados hace
doce milenios, estamos todavía en pie y más fuertes
que nunca? ¿Por qué esos sacerdotes de Sáis,
que hablaron con el sabio Solón, hace veintisiete siglos,
pusieron nuestro inmediato futuro en su remoto pasado?

SACERDOTE NAILAMP: Inquieto Quento, los sacerdotes de
todas las religiones y de todos los tiempos, tenemos la costumbre
de usar ejemplos para alentar las buenas acciones en nuestros
seguidores. Seguramente, aquellos sacerdotes sabían que
estos hechos tocaban al futuro. Mas ¿cómo
podían emplearlos para conducir la conducta de su pueblo?
¿Debían decirles que se comportaran sanamente para
que, por lo mismo, la furia de sus dioses gentiles los castigara
con terremotos y muerte? ¡No! Ellos tomaron la
acción de su lejano mañana y lo colocaron en su
remoto pasado para disciplinar a su pueblo sin hacerle notar que
ese distante hecho tenía que darse de todas
maneras.

TOA: Padre santo, usted menciona que la indisciplina de
un pueblo es encausada por esta clase de leyendas y yo estoy de
acuerdo; pero ¿acaso nosotros hemos cometido alguna falta
grave para que nos toque tan espantoso final?

SACERDOTE NAILAMP: Querida Toa, tu perteneces al
ejército de la nación. Sabes de tus obligaciones
para con la patria, pero también debes conocer de nuestros
deberes para con la humanidad. Las guerras que formaron este
Estado y las que mantenemos hoy bajo el pretexto de educar al
mundo, son pecados sociales que hieren la esencia del
Espíritu Universal. A título de terminar con las
rebeliones, se separa a los hijos de los padres, a los
compatriotas unos de otros. Con nuestra tecnología, se
transforma a los espíritus más inquietos en
dóciles sirvientes de nuestros hogares, campos y
factorías. ¿Es que acaso no existe otra forma de
enseñar al mundo si no es tiranizándolo?
¿Acaso las palabras y la libre convicción, no son
mejores que las órdenes y la esclavitud? Estos grandes
sacudimientos de la tierra, que hoy nos sorprenden e inquietan,
son la divina advertencia del próximo fin de Atl si es que
no logramos cambiar nuestra actitud impositiva por el respeto a
los que piensan de manera diferente.

LLYRA: Noble anciano del Templo de Nuestra Señora
Benefactora, tus pronósticos nos conmueven en sumo grado.
¿Qué pasos debemos seguir?

SACERDOTE NAILAMP: Con los documentos, pidan audiencia
al Consejo de Sabios de la República. Ellos tienen el
espíritu del artista, la mente del científico y el
corazón del guerrero. Expongan el peligro con serenidad y
objetividad. Estoy seguro que les escucharán.

LLYRA: Descuida maestro, haremos lo que nos solicitas.
Eso sí, ora por nosotros para que el Espíritu de la
Esmeralda nos ilumine con su brillo y nos lleve en silencio por
el camino del éxito.

Frente al sacerdote, los cuatro discípulos se
cubren la frente con la palma de la mano derecha, en señal
de respeto y obediencia, mientras el anciano se pierde entre las
mil columnas de su templo. En ese instante, la tierra empieza a
sacudirse terriblemente.

THOME: Creo que el padre tiene razón. Estos
estremecimientos no son normales. ¡Miren el cielo!… Es
como una muralla pétrea lista a venirse sobre nosotros.
Les invito a buscar abrigo.

Días
después…

En una de las plazas de La Gran Capital, los cuatro
amigos comentan entristecidos, la muerte del anciano y amado
maestro, pues su débil corazón no pudo resistir la
amargura que causa ver a la nación en tales riesgos.
Así mismo, se dan ánimo por su próxima
intervención ante el Consejo de Sabios de la
República.

LLYRA: ¿Supieron ustedes de la muerte del anciano
sacerdote Nailamp, sucedida hace tres días?

TOA: Si querida Llyra y no lo podíamos creer.
Hace tan poco estuvimos con él.

THOME: Nailamp lo advirtió. Nos dijo que su fin y
el de la nación, estaban cercanos.

QUENTO: Quizá esta sea la señal de que
todo lo que nos confió es realidad; una hiriente
realidad.

TOA: ¿Todavía no te has convencido? Es
evidente que esta leyenda se refiere a nosotros. En los archivos
hemos revisado decenas y centenas de documentos
científicos que hablan, directa e indirectamente, de esta
cuestión. No creo que sea falso o una
coincidencia.

QUENTO: Tienes razón amada Toa, estamos
convencidos; ¿pero cuándo se verificará ese
día y noche terribles en que Atl será devorada por
sus océanos?

LLYRA: Allí mismo está escrito; cuando los
griegos intenten echarnos de Ureopa. Toa, que pertenece al
ejército, podrá informarnos mejor.

TOA: Es cierto Llyra, cómo no lo pensé
antes. He sabido que nuestras guarniciones orientales se aprestan
a recibir un golpe desde Grecia o Egipto.

THOME: Debemos apresurarnos a comunicar estos detalles
al Consejo. Oremos por fuerzas y tengamos fe en los
sabios.

Ya en el Consejo, unos minutos más
tarde.

SABIO TOHIL: ¿Qué asunto urgente es
éste que traen para enriquecer nuestros humildes
conocimientos?

QUENTO: En nombre de mis amados amigos y el mío
propio, debo informar de la proximidad de una gran tragedia. Esto
es lo que sé: hace décadas, la gran falla
oceánica que limita con el continente por el oeste, ha
venido agrandándose y provocando estrías y
rajaduras en sentido oeste a este. Estas estrías han
dividido en innumerables partes, todo el centro de Atl. En su
momento, esas rajaduras han degenerado en fallas menores que con
el pasar de los años, han crecido en volumen y actividad.
Sabemos que nuestros científicos intentando limitar esta
actividad geológica, han colocado cargas atómicas
de alto poder que al detonar, solo han conseguido acelerar el
proceso de deterioro de la placa continental. Si estas
actividades continúan, como de hecho está
ocurriendo, Atl se hundirá sin remedio entre los dos
océanos, después de sufrir horribles convulsiones y
terremotos.

SABIO CAYAN: Esto, más que un informe, parece una
novela para asustar a los niños. ¿De dónde
han sacado semejantes ideas?

THOME: Ustedes saben de dónde proceden nuestros
datos. Desmentirnos sería absurdo y peligroso.

SABIO MANITU: Lo único absurdo y peligroso es
este cuento con disfraz de informe, que su amigo nos ha
contado.

TOA: ¿Por qué niegan lo que es verdadero?
¿Por qué no permiten que el público sea
quien juzgue e intente protegerse? Con negar los hechos no se
soluciona nada.

SABIO PARAA: Joven amiga, al igual que yo y algunos de
los aquí presentes, usted pertenece al Ejército
Continental. Debería saber entonces, que con un cuento
como el que nos han traído, pueden causar el
pánico. Ese sentimiento no pasará inadvertido entre
nuestros muchos enemigos, quienes se servirán de él
para arremeter contra la nación. Estos son días
peligrosos. Nuestros enemigos del oriente quieren combatirnos y
exterminarnos. Si ellos reconocieran el temor entre los nuestros,
lo usarían a su favor. El rumor es la mejor arma hasta hoy
inventada. ¿Le parece poco, capitana, y todo por un
cuento?

LLYRA: Si ustedes no advierten al público sobre
esto, lo haremos nosotros.

SABIO PARAA: Será mejor que no lo hagan
señora. La policía no se los permitirá.
Tengan cuidado y piensen bien lo que van a hacer.

SABIO TOHIL: Este Consejo ha escuchado bastante y
considera que ustedes están fuera de toda
proporción. Será mejor si se marchan de aquí
y se dedican a actividades más constructivas.

QUENTO: Pero si ustedes tienen la obligación de
investigar este aviso.

SABIO TOHIL: Hemos dicho nuestra última palabra;
retírense.

Un mes después, en casa de Toa y
Quento.

THOME: He pasado el mes más horrible de mi
existencia. Más que los terremotos y hundimientos, me
preocupa la policía que nos vigila estrechamente, desde
aquella ocasión en que intenté alertar al
público.

LLYRA: Nunca podrás imaginar querido Thome,
cuánto trabajo tuvimos que pasar para sacarte de ese
aprieto. La policía no quería dejarte ir, alegando
que eras un alborotador.

QUENTO: No podemos exponernos más. Si la
policía sospecha de nosotros, nos detendrá y
entonces no habrá poder humano que nos ayude a escapar de
la tragedia… A propósito de escapes, Toa tiene un
plan que nos puede salvar. Cuéntales amada Toa.

TOA: Queridos amigos, esperemos con calma y en silencio,
pero siempre alertas. Cinco semanas es el tiempo que falta para
que se verifiquen dos hechos importantes: primero, en cinco
semanas, nuestras fuerzas de oriente esperan el ataque de los
griegos, ya confirmado por la Inteligencia Militar. Segundo, en
esos días estaremos sobre la fecha sagrada de la que
hablaron nuestros antepasados: el día nefasto de
4-Movimiento. Ese día se fijó como el de la
destrucción de la Quinta Generación, a la cual
pertenecemos nosotros. Casi todos han olvidado el significado de
esa fecha, mas eso no quiere decir que no se vaya a llegar a
ella.

En todo caso, queridos compañeros, el día
anterior, vestiremos como militares. Saldremos de aquí a
las 18H00 y en mi vehículo, nos dirigiremos a la Base
Aérea. Ya en el lugar y con pases arreglados, los
presentaré como unos oficiales viajando a Italia. Una vez
en el avión, despegaremos rumbo del espacio exterior
cercano, para encontrarnos con una de nuestras estaciones
orbitales. Únicamente así, conseguiremos librarnos
de la tragedia.

THOME: ¡Bravo Toa, has pensado en todos los
detalles!

LLYRA: ¿Bien, pero dónde conseguiremos
uniformes?

TOA: No te preocupes buena amiga, contamos con cinco
semanas para fabricarlos.

THOME: ¿No les parece que sería más
fácil comprarlos?

TOA: Recuerda querido Thome, que la policía nos
vigila. No debemos dar motivo para que sospechen y empiecen a
averiguar.

QUENTO: Bien dicho amada esposa. Pongamos, pues, manos a
la obra.

Cinco semanas después, en la misma
residencia.

TOA: Tengo miedo esposo, la tierra no ha dejado de
temblar y calentarse. Los sacudones son cada vez más
intensos y extensos. Buena parte de la ciudad está
destruida y en llamas. El cielo enfurecido, descarga tempestades.
El cataclismo de ayer sumergió bajo el mar el istmo de
Cuná. El océano hierve y se violenta. Nuestra
hermosa villa esta cuarteada y en tinieblas. El fin está
muy cerca porque mañana es el día señalado
por los códices y los anales.

QUENTO: De habernos escuchado ese Consejo de tontos,
hubiéramos salvado muchas vidas; ahora, no hay nada que
hacer.

Son cerca de las 18H00; en unos minutos más
vendrán Llyra y Thome y nos colocaremos estos trajes.
Luego, buscaremos la ruta más segura a la Base.

TOA: Espero que lleguen pronto pues de lo contrario, nos
tocará caminar hasta la Base. La ciudad es cada vez
más intransitable.

QUENTO: Escucha Toa, alguien viene.

THOME: Somos nosotros, amigo; por poco nos sepulta el
viaducto; se desplomó a nuestro paso. Ahora debemos darnos
prisa.

TOA: Dices bien Thome, todo es cuestión de
minutos.

Ya con los uniformes puestos, realizan su duro
recorrido a la Base Aérea.

LLYRA: Hay pánico en las calles. Las personas
intentan ponerse a salvo huyendo por tierra, mar y
aire.

THOME: Violentos remolinos devoran las
embarcaciones.

TOA: Además del cataclismo, los noticiarios se
concentran en el ataque de que han sido objeto nuestras fuerzas
en Italia.

QUENTO: Es la señal del fin.

THOME: Todo esto quiere decir que la profecía del
anciano Nailamp era verdadera y que, entre hoy y mañana,
el centro del continente quedará sumergido bajo los
océanos.

LLYRA: Apresúrate amiga, acelera para que podamos
alcanzar la nave.

TOA: Lo intento pero las pocas vías que no
están destruidas, se llenan de escombros o personas que
intentan detenernos para tomar nuestro
vehículo.

Tres horas después.

TOA: El recorrido se me hizo eterno, pero hemos
arribado. El guardia se acerca; no digan nada, yo los
presentaré.

GUARDIA: Buenas noches capitana, su
identificación, por favor.

TOA: Tenga soldado. ¿Cómo está la
situación por aquí?

GUARDIA: Pésima señora, todos los
edificios del ala oriental se desplomaron hace unos minutos,
durante el último terremoto; afortunadamente, no
había personal en ellos. En breve, nos
evacuarán.

TOA: Sentimos el movimiento de camino hacia
acá.

GUARDIA: ¿Y sus acompañantes,
capitana?

TOA: Son oficiales del Séptimo Ejército
que viajan conmigo hasta Italia.

GUARDIA: Suerte la suya señores; salen de un
infierno para entrar en otro. Sus papeles, por favor.

En ese momento, un cataclismo de increíble
intensidad se produce. El guardia cae aturdido.

TOA: ¡Salgamos del vehículo y corramos
hacia la nave. Es nuestra oportunidad; vamos antes de que el
guardia se recupere!

Todos abandonan apresuradamente el auto, corren y
alcanzan el avión que Toa les señala. Ya en el
interior, otro terremoto destruye lo que quedaba de la Base
Aérea. Mientras tanto, la capitana obliga a la nave a
despegar.

Minutos más
tarde…

THOME: ¡Qué cerca estuvimos con aquel
guardia y esos horribles temblores!

QUENTO: En las estaciones de radio locales solo se puede
escuchar el Himno Nacional.

LLYRA: Qué tranquila se está aquí
arriba. Después de tantos sobresaltos, ha llegado la
calma.

TOA: No te emociones mucho, querida amiga.

THOME: ¿Qué quieres decir, querida
Toa?

TOA: Esta nave es de limitada capacidad en lo que tiene
que ver con el oxígeno de la cabina. Es decir que la
empleamos, básicamente, para viajar dentro de la
atmosfera. Su capacidad de operación se reduce,
notablemente, en el espacio exterior; por eso se las emplea como
naves de enlace entre la Tierra y las estaciones orbitales
cercanas a ésta. Intentar ir más lejos con este
aparato, sería un suicidio. Esto quiere decir que si no
encontramos una estación espacial exactamente sobre
nuestras cabezas, tendremos que regresar. No utilicé una
nave de mayor alcance, pues hubieran sospechado. Tengamos
fe.

QUENTO: ¿Por qué no usas la radio para
confirmar la presencia de una estación orbital
cercana?

TOA: Recuerda que en tierra piensan que viajamos a
Italia. Si se enteran que buscamos refugio en el espacio
exterior, nos derribarán por desertores o, al menos,
prohibirán nuestra entrada a la nave orbital.

Debemos llegar, repentinamente, alegando fallas en
nuestro mecanismo o, de lo contrario, nos abandonarán en
el espacio.

LLYRA: ¿Por qué no buscamos asilo en un
país extranjero?

TOA: ¿Vestidos así y en una nave de
nuestro ejército? Hoy no tenemos países amigos.
Inmediatamente después de nuestro aterrizaje,
seríamos arrestados o asesinados. Ya no existe un poderoso
Estado que nos respalde, pero si muchos odios y resentimientos
acumulados a través de las décadas, en nuestra
contra.

Si una nave orbital no está en la posición
deseada, tendremos que volver a Atl y enfrentar, directamente, su
horrible final…

Bebelandia

Nació hace medio milenio, cuando sus padres
llegaron en busca de una nueva vida, a la tierra de las
oportunidades y de los oportunistas. Eran autoritarios y
dominantes ya que su vida anterior les había convertido en
seres oscos y rudos; prueba de ello, que se impusieron en el
nuevo, extraño y hostil paisaje. Y así, bajo esta
tutela, los niños anduvieron.

Cuando Bebelandia alcanzó sus primeros
trescientos añitos, ocurrió algo importante: los
niños del Norte alcanzaron su mayoría de edad y se
independizaron de los padres. Tomaron una forma de vida
extraña a su medio y la adaptaron a propia y nueva
realidad y así maduraron.

A los del Sur, que les gustaba imitar y que
querían verse libres para poder ir por ahí,
haciendo de las suyas y que vieron en esta alternativa, la
posibilidad de ser reconocidos como mayores, se dedicaron con
empeño a la tarea de sacudirse de sus viejos. Así,
lucharon por su libertad, con la ayuda de algunas sociedades
mayores interesadas en la herencia de los chiquitos, consiguieron
por fin su libertad, muy en relación con su madurez:
altamente inmadura.

Ahora, los niños libres podían optar por
su propia forma de vida. Como seguían siendo niños,
optaron por la más fácil: imitar a los mayores o a
los que ellos consideraban mayores.

Estructuraron su nueva sociedad a partir de las formas
que sus infantiles ojos podían observar. Así,
conforme la sociedad de los mayores evolucionaba sujeta a sus
propios intereses y necesidades, la de los niños, en su
afán por llegar a ser mayor, imitaba la evolución
de la sociedad que ella consideraba un modelo. A pesar del
esfuerzo, sin embargo, seguían siendo nenes.

En este ir y venir, han transcurrido 200 años
más y, con todo, sigue siendo una sociedad de
niños.

Imitan a sus mayores en lo intelectual, espiritual y
material, pero el traje les queda bolsón.

Si nos acompaña el paciente lector, pasemos a
observar a los individuos que conforman tan divertida como
liliputesca sociedad. Todos toman parte en este entretenido juego
pues, hasta de pronto, consiguen parecerse a los mayores a los
que tanto admiran secretamente y odian de palabra.

Algunos niños juegan a ser científicos
pero, con sus deditos llenos de filosofías
extrañas, solo consiguen ensuciar las fórmulas y
los conceptos. Otros juegan a competentes oficiales de
policía y se arman de palos con los que acosan a los
más débiles, que no les pueden devolver los golpes;
no así, a los que son más altos.

Las niñas juegan a ser esposas y madres
perfectas, pero como los príncipes de los cuentos no se
orinan en la cama y los niños si, terminan
acusándose, mutuamente, frente a terceros, de haber sido
los causantes de que el juego se echara a perder. Luego,
también hay niños que les gusta jugar a la guerra;
usan ropa y corte de cabello parecido al de los soldados mayores,
castigos y pruebas de fuerza con los que creen convertirse en
hombres o desaparecen a algún vagabundo dado a
filósofo de filosofías ajenas, pero cuando les toca
una confrontación armada, la única táctica
que aplican es la retirada en desbandada.

También hay los que juegan a ministros y pastores
de religiones extranjeras, que no les son propias; por ello, no
las entienden ni las practican. Por ejemplo, hacen a otros lo que
no quieren para ellos. En definitiva, no son ni honestos, ni
honrados, ni obedientes, ni humildes y, peor aún,
castos.

Pero, los mejores juegos son aquellos que imitan a la
política. Para éstos no se necesita leves
conocimientos como en los otros; para imitar al político,
solo se necesita fuerza bruta, boca de marinero, garrote
descomunal, amén de una ineptitud y corrupción
proverbiales y a toda prueba. A ser políticos, aspiran los
niños más retardados, o sea, la inmensa
mayoría. A ello apuntan pues como están en una edad
en que les gusta correr, gritar y zapatear, qué mejor que
la lona de boxeo que les ofrece el gobierno.

Así podríamos hablar de todos los
niños que habitan en nuestra sociedad; de los grandes
deportistas que pierden todos los encuentros porque el cuero del
balón proviene del país del equipo adversario; de
los profesionales que saben de todo menos de su área de
especialización; de las secretarias que atienden,
únicamente, a los allegados a su oficina; de los obreros
que dañan las máquinas a su cargo para tener
más horas libres; de los artistas que le cantan y le
pintan a la pobreza, para vender como ricos; de los que estudian
para obtener un título nobiliario o de los miembros de la
oposición que se oponen de a mentiritas, para cuando a
ellos se les opongan otros como ellos. Todos infantes intentando
ser mayores a través de la imitación a los que
ellos consideran mayores.

Recordando pues, que siempre hablamos de una sociedad en
la que, por inmadurez, no se deja de ser niño, relataremos
un caso típico: el de dos individuos que son dignos
representantes y ciudadanos de Bebelandia.

***

En una ciudad cualquiera, hace algunos años,
nacieron el niño Andrés y la niña Andrea.
Estaban ya en este barrio y empezaron a aprender de los
niños viejos. Se convirtieron en receptores del
comportamiento de sus semejantes. Así, cumplieron seis
años y fueron enviados a la escuela. En ella, les
enseñaron las cosas de manera que parecía que la
ciencia y el conocimiento humanos habían llegado a su
tope. Todo lo que escapara a lo ya conocido, era asunto de
locura, utopía o encantamiento. Les contaban una Historia
de historieta; en ella, los ajenos eran héroes, las
derrotas eran propias y lo bueno no contaba pues era parte de la
prehistoria. En Psicología les decían que si
seguían el comportamiento biológico normal que
demandaban sus cuerpos, se atrofiarían, En la
Teoría del Conocimiento les convencían que las
ciencias exactas son para los alumnos que están en el
Cuadro de Honor pues éstos son los únicos que
pueden memorizar las fórmulas. En Religión les
dijeron que para no ofender a Dios hay que dejar de pensar en las
personas del sexo opuesto: por eso mismo, dividían los
colegios en femeninos y masculinos. En Bellas Artes no
debían dibujar mejor que el fracasado del profesor. En
fin, a los niños les mostraron que todo lo que les rodeaba
era superior, en mucho, a ellos y que la resignación era
lo mejor. Que ellos, como simples mortales, no podían
hacer ni contribuir a la ciencia y a las artes. En
síntesis, había que dejar a unos súper
hombres que dicen que viven bajo tierra y al otro lado, la labor
de investigar y a los mortales que vegetan de este lado, la de
memorizar las conclusiones. Cuando alguno de los niños
decidía usar su cabeza, era catalogado de tonto y ocioso,
amenazándosele con la cartilla de notas en la
mano.

Por ese estimulante camino, caminaron Andrés y
Andrea hasta concluir sus estudios secundarios. Contaban con
dieciocho años pero seguían siendo niños
modelados por su sociedad infantil. A él le dijeron que
debía ir a la universidad para que le digan doctor, en vez
de SEÑOR. A ella le dijeron que podía intentar la
vida universitaria para ver si conseguía un doctor que la
mantuviera; sin embargo, le advirtieron que no leyera los libros
pues el desarrollo intelectual en la mujer es contraproducente a
su feminidad.

Los dos niños vieron en la universidad, la
posibilidad de asemejarse a los mayores, Así, ingresaron
al nuevo medio y detectaron dos alternativas: preocuparse por
madurar a través de su vocación o unirse al grupo y
aprobar los créditos ofreciendo su dignidad de seres
humanos, como rodapiés. Como solo sabían ser
niños, optaron por la segunda alternativa. Tuvieron unos
pocos compañeros que optaron por la primera, pero
también vieron que a éstos, sus profesores les
temían y les desaprobaban para que se despecharan y
así no llegasen a ser mejores que sus "maestros", en la
vida profesional; la competencia es demasiada para cualquier
mocoso.

Andrés y Andrea, que ya se conocían pues
estudiaban en la misma Facultad, se atemorizaron y se afirmaron
en la postura más cómoda: menos esfuerzo es igual a
graduación más rápida. Ellos sabían
que intentar el sacrilegio de ser mejores que sus profesores, les
costaría su carrera y, entonces, sus padres niños
sí que se disgustarían; eso no podía ser,
debían tomar la alternativa más fácil. Una
vez más, ésta no les permitió
madurar.

Como ya contaban con veinticuatro añitos y
seguían siendo niños a pesar del título
profesional al que se acercaban, decidieron madurar a la usanza
de los Cuentos de Hadas: contrayendo matrimonio.

Ahora que estaban casados y graduados, debían
comportarse como personas mayores. Solo visitaban a otras
personas casadas, vestían trajes formales. Ella hablaba de
la servidumbre y él de su nuevo trabajo para mantener los
caprichos de Andrea. Mas, como pasaban los meses y los
años y no podían o no querían desprenderse
de los respectivos hogares paternos, empezaron a surgir los
problemas conyugales. "Muy inmaduro", decía ella; "Andrea
es todavía una niña de papá", decía
él. La cosa era grave. Él ya no hablaba con ella ni
ella con él. El divorcio parecía la única
posibilidad pero los suegros debían intervenir para que
sus bebés no hicieran el ridículo frente a las
amistades. Les dijeron que no podían separarse pues
Adrianita, la pequeña hija de Andrés y Andrea, se
convertiría en la pobre hija de un hogar separado; que
solo los cholos abandonan a sus mujeres e hijos; que el cura no
permitiría que los entierren en el campo santo; que para
los amigos, Andrés sería visto como impotente y
Andrea como mujer fácil; que todos se enterarían
del escándalo y la noticia correría de boca en
boca, como reguero de pólvora. "Sufran en silencio, porque
el qué dirán es primero", les decía
la abuela (a propósito de esta vieja que tiene un
Diccionario en el que la palabra Dinosaurio es
sinónimo de animal doméstico, le llamaban
"nona" porque les recordaba la palabra nena). Pero
Andrés y Andrea no querían escuchar
razones.

Entonces, la madre de Andrea le dijo a ésta que
si la situación no mejoraba, la metería a monja.
Por su parte, el padre de Andrés le dijo a éste que
si la situación no se arreglaba, le retiraría su
apoyo económico. Como esto si lo entendieron los dos
niños pues jamás les enseñaron a luchar
solos, decidieron pactar la paz.

Así, la feliz pareja siguió unida,
sirviendo de modelo de madurez a otros niños que, a
través del matrimonio, querían parecer mayores.
Andrés y Andrea, habían hecho un pacto sin saberlo:
fuera del hogar serían el matrimonio perfecto; dentro de
él, renovarían la vajilla cada cuatro
semanas.

Así, llegaron a los treinta años de vida
pero seguían siendo niños. Andrea organizaba el
té canasta con sus amigas y, en los intermedios,
seguía hablando de la servidumbre, de su feliz matrimonio
y de las amiguitas de la clase alta de su Adrianita.
Andrés, por su parte, juzgó que la política
le ayudaría a madurar. Ingresó en el partido
político que esgrimía la filosofía de moda
en Chechenia. Andrea pensó que enseñar a los
menores era labor de mayores; que inigualable oportunidad para
ser adulta. Se dedicó a la fácil tarea de la
docencia y, sin saberlo, enseñó a sus alumnos el
temor a vivir. Andrés, además de servir al Estado
pero no a los ciudadanos, había ingresado en el partido
político de moda: el PARTIDO AMBIDIESTRO o de la derecha
izquierdizada, o algo así (no me crean cuando pienso
mucho). Su programa era sencillo y, a todas luces, conveniente:
di a los ignorantes electores lo que quieren escuchar;
ofréceles la riqueza y, cuando te elijan,
adminístrala por ellos. Fácil en verdad. Como
Andrés contaba con cuarenta años de experiencia en
la sociedad de los niños y esta experiencia lo
había convertido, inevitablemente, en uno más de
aquellos infantes, le resultó bastante fácil este
nuevo juego de la política. Como en Bebelandia se
tenía la certeza de que todo lo que venía de afuera
era mejor e insuperable y, porque Andrés no era la
excepción y además aprendió a ser facilista,
como sus antecesores, importó filosofías
extrañas, mal entendidas e imposibles de aplicar en su
realidad. Con la filosofía –mal llamada
ideología-, trajo los accesorios: pancartas,
eslóganes y pintura de un solo color; también trajo
extranjeros vividores, llamados asesores, para que instalen ese
mamotreto. Y como tenía bien desarrollada la cualidad
infantil de la imitación, imitó bien lo que le
enseñaron, llegando a la Presidencia del club…,
perdón, de Bebelandia (Babeland, en
alemán).

El flamante Compatriota Presidente y su distinguida
Primera Dama de la Nación, frisaban los cincuenta
años de vida infantil. Empezaron a gobernar; viajaban a
todas partes. Daban cinco discursos por día o, mejor,
repetían el mismo cuento cinco veces al día. El
Presidente salía tanto en la televisión, que los
televidentes sentían ansias por viajar a un país
como el que les presentaba; y cada vez ofrecía menos. Para
que la población vea su obra presidencial, Andrés
hacía instalar la filmación de una misma carretera,
hecha por los militares, en diez lugares distintos, para que
pareciera una decena de carreteras. Cuando no estaba de viaje,
frente a las cámaras o en los cocteles de sus partidarios,
estaba muñequeando para la reelección.

Andrea, por su parte, manejaba la Fundación de la
Misericordia dedicada a realizar milagros: hacía hablar a
los mudos, correr a los patojos y ver a los ciegos; a los
primeros les entregaban un celular de juguete, a los segundos les
daban una patineta y a los terceros les obsequiaban una Biblia.
Lo poquito que quedaba de tan maternal limosna, se empleaba en
los necesarios viajes, compras y gimnasios para la
capacitación de las Damas de la Misericordia y su
benefactora la Beata Andrea, como ahora se denominaba al
círculo de amigas de la Primera Dama.

Se decía que el Gobierno había hecho
ascender al país: si, ascendió el precio de la
carne, de la leche, del pan, de las matrículas, de los
impuestos, de las entradas al cine y de todo lo visible e
invisible; también ascendió la cuenta bancaria del
mandatario. Pero no seamos tan negativos, si hubo algo que se
mantuvo estable: los sueldos de hambre de los pendejos que
votaron por él. Es más, hasta hubo cosas que
bajaron como el número de plazas de trabajo, la cantidad
de camas en los centros de salud o el número de
estudiantes en todos los niveles de la educación
formal.

Pero su política exterior si fue digna de un
monumento en la Plaza de la República; estaba dirigida a
ocuparse tanto de los problemas de otros pueblos que, por poco,
termina en guerra.

Como por triviales que sean estos problemas, todo
pretexto es bueno, los Generales dieron el golpe de Estado. Y
solamente porque el Gobierno de Andrés había
saqueado las arcas y que de sus veinticuatro Ministros, solo
veinticuatro estaban involucrados en insignificantes
escándalos de corrupción, fueron despojados por los
crueles niños militares, de su inviolable derecho a
dirigir el país, por el lapso de una dictadura. El futuro
de Andrés y Andrea, se pintaba de color castaño.
Serían deportados a un país bañado por dos
océanos, alojados en un caserón del modesto barrio
donde ya se hallaban refugiados sus Ministros y atendidos con una
ridícula pensión vitalicia que, a duras penas, les
alcanzaría para una fiesta diaria. Para redondear su
miserable ingreso, tuvieron que aceptar la invitación para
dar la cátedra de Ciencias Políticas,
Mención en Cómo Gobernar de
Película
, en la mejor universidad del país que
los acogía con lástima. En esa tarea fueron tan
competentes que recibieron un Doctorado Honoris
Causa
.

Después de una década de dictadura, los
crueles niños de la milicia se retiraron a sus alfombrados
cuarteles, ofreciendo no volver a dejar que los inquieten.
Andrés y Andrea, por su lado, habían cumplido con
el horrible exilio y, con rosas y velas en las manos y
lágrimas en los ojos, fueron recibidos en el aeropuerto,
por una delirante muchedumbre de amnésicos compatriotas. A
sus sesenta añitos de infantil existencia, intervienen,
una vez más, en algo parecido a unas elecciones. Una vez
más, la Democracia está de fiesta,…
si… pero en los Estados Unidos.

Andrés y Andrea están admirados de la
evolución democrática que ha experimentado su
pueblo; qué masiva concurrencia de electores a las urnas,
no hay nada que impida a los patriotas civiles presentarse a
ejercer su derecho y solo porque les dijeron que si no acuden a
votar les quitan el derecho a la ciudadanía, la vida y su
pase al Cielo. Claro que siempre hay un pequeño grupo de
ciudadanos, inconscientes e ignorantes que anulan el voto y, peor
aún, que dejan de asistir, pero ese corto 30% de
anulación y ausencia puede explicarse por el
Fenómenos del Niño, o será por el
Fenómeno de la Corrupción (no importa amiguitos del
Tribunal Supremo Electoral; a la Democracia le basta un voto para
que ustedes sigan medrando). ¡Todo esto es emocionante! El
pueblo de niños electores desagravia a sus amados ex
Presidente y Primera Dama, entregándoles, una vez
más, la jefatura del Estado. La historia se repite; con el
segundo Gobierno de Andrés y Andrea, el país vuelve
a ascender. Hay grandes manifestaciones de ex simpatizantes en
contra del Gobierno de Andrés.

Pero, ¡oh fatal destino!; después de tres
años de mandato, Andrés y Andrea, perecen en un
accidente cuando se dirigían a un Banco de Suiza, por
asuntos de Gobierno, claro está…

Eran tan jóvenes, solo contaban con sesenta y
tres añitos de vida infantil. Bebelandia está
consternada; ¡si tenían piola para tres mandatos
más!

Se preparan funerales para Héroes. Centenas de
miles desfilan frente a los féretros, mientras millones
lloran desconsolados frente a sus televisores. En las exequias,
el niño Cardenal despide a los Mártires por la
Democracia, con un hermoso y apropiado pasaje bíblico: "Y
Jesús, Nuestro Señor, dijo a sus discípulos:
´que los niños vuelvan a mí´"…
Amén.

Cucos

Esa fría tarde de lluvia invernal del mes de
octubre de 1978, siete muchachos estudiantes de
Antropología, que, en su mayoría, bordean los
veinte años, aguardan la próxima clase entre humo
de cigarrillos, café, bromas oportunas y música
Disco de fondo. Son gente de ese momento.

De costado al parque central, el comedor de la
Universidad Católica de Quito, se presta para la espera.
De pronto, uno de ellos, recordando su niñez aún
cercana, propone un entretenido tema de conversación.
¿Cuál de ustedes ha vivido o escuchado algo
insólito? Los demás lo miran mientras empiezan a
sonreír. Una de las muchachas interviene, anotando que el
único hecho extraño al que ella ha asistido, es al
matrimonio de una ex monja y un tipo con fama de gey. Se desatan
las risas con intensidad. Poco a poco, sin embargo, los chicos
hacen silencio y el proponente vuelve sobre el tema. Una de sus
compañeras lo interrumpe: "yo recuerdo haber leído
acerca de algo extraño; ¿puedo contarlo si
quieres?" El proponente asiente, todos se acomodan en sus sillas,
ella empieza a contar…

Los hechos que narraré son producto del
recuerdo de aquella reunión vespertina en la UCA, como yo
llamaba a la Universidad Católica. Desde entonces, han
transcurrido los años, sin volver a ver a esos muchachos.
Unos se fueron, otros cambiaron de carrera y los menos
continuamos, dejando de ser como en esos días. En todo
caso, no importa si los hechos narrados eran reales o no; lo que
ahora interesa, es lo agradable de ese instante ido para siempre:
un buen tema, en buena compañía y en momento
oportuno, se ha hecho imborrable.

… Pero que nuestra compañera siga contando
la experiencia…

  • El Pasajero:

Ana María, que así se llama la informante,
nos relata que hace unos tres o cuatro años, leyó
en un diario de Quito, acerca de un visitador a médico
argentino que hacía su recorrido habitual. No recuerda el
nombre de los pueblos, pero si el que su círculo de
trabajo afectaba un pequeño sector de la pampa de
Argentina.

Una noche, inquieto por el bienestar de su familia,
decidió tomar su automóvil y regresar a su pueblo
de origen. Bajo otras condiciones, hubiera preferido aguardar al
siguiente día, mas aquella noche, algo lo intranquilizaba.
Canceló el costo de la habitación del hotel, se
despidió del propietario con quien había entablado
una buena amistad y se dispuso a iniciar su largo viaje de
retorno, a través de esa enorme y desolada pampa. El
inquieto hombre compró algo de comida y se dejó
guiar por las brillantes estrellas. Conforme avanzaba por la
carretera y se alejaba del pequeño pueblo, la calma
primero y la monotonía después, se apoderaron de
él. Finalmente, el sueño lo visitó.
Prudentemente, estacionó el coche a un costado del camino,
colocó las luces de parqueo y se dejó caer
derrotado por el sueño.

No sabe qué tiempo durmió, pero unos
golpes en la ventana del lado derecho, lo despertaron. El
inoportuno acechador era, más bien, un hombre joven y de
aspecto pacífico que, en medio de la noche y de la nada,
le solicitaba pasaje. Sorprendido, el visitador le
permitió ingresar en su automóvil. Después
de acomodarse, puso en marcha el vehículo, volvió a
encender la radio y se deslizó por la carretera, rumbo de
su pueblo natal. Como era natural, el conductor empezó a
cuestionar a su pasajero. Podía ser un prófugo o un
guerrillero. No lo parecía por su pulcritud. Al sentirlo
parco, sin embargo, prefirió tomar él el hilo de la
conversación. Es que, su extraño acompañante
se limitaba a contestar con monosílabos: "si", "ya", "no",
"ah", etc.

Así transcurría el viaje del visitador y
su extraño acompañante, cuando una hora y media
más tarde, sintió que su automóvil comenzaba
a descomponerse. Se apagaba, las luces perdían intensidad,
el sonido de la radio se hacía lejano. Entonces sí,
el inicio de la pesadilla. Agotadas las fuerzas, el
vehículo se detuvo. El visitador se excusó con su
acompañante, descendió del coche y levantó
la tapa que cubre el motor, en un acto casi instintivo. Mientras
intentaba ubicarse en esa maraña de cajas, alambres y
mangueras, una luz intensa lo iluminó por la espalda.
Pensó que un camión se le venía encima y,
rápidamente, regresó para mirar. Ciertamente no era
un vehículo convencional; se trataba de una gran fuente de
luz celeste, sin forma definida. Estimó en quince metros,
el diámetro de aquella luminosidad. El aterrado visitador
y la luz, se arrostraron durante los siguientes segundos hasta
que empezó a alejarse despacio primero y muy
rápidamente después, para finalmente desaparecer en
el firmamento. El hombre despertó de su estupor cuando la
radio volvió a dar señales de vida. Veloz,
corrió hacia la cabina para comentar la extraña
aparición, con su compañero de viaje. Al llegar, no
obstante, descubrió que su acompañante había
desaparecido. El aterrorizado conductor volvió al frente,
cerró la tapa del motor, miró a su alrededor y,
luego, por debajo del coche. Su pasajero se había esfumado
en medio de la madrugada y de miles de kilómetros de pampa
llana y desierta.

El visitador a médico llegó a su pueblo,
en horas de la tarde de aquel día. Comentó lo
sucedido, afirmando que se encontraba convencido de que su
extraño acompañante lo había "utilizado"
para que, sin saberlo, lo pusiera en contacto con sus
compañeros de la luz brillante.

  • Colores en el Cielo:

Todos quedamos cautivados con el relato de Ana
María.

Le sigo yo –Jaime Mauricio-, el proponente del
tema. Todos hacen silencio y me miran detenidamente.

Esto me ocurrió en la ciudad de Lima, cuando
estaba en compañía de mis dos hermanos. Yo
tenía doce años; ellos, catorce y dieciséis.
Era finales de 1968 y el verano limeño empezaba a
sentirse. En aquellos días, cuando mi padre brindaba
asesoría al Perú, como Técnico Internacional
de la Organización de Estados Americanos, vivíamos
en la Urbanización Aurora, un moderno y cómodo
barrio limeño. Recuerdo que detrás de las casas de
mi vereda, en la calle José Sabogal, existía una
plantación abandonada de algodón que después
de nuestra salida, cuatro años más tarde, fue
urbanizada. Ese gran campo descubierto, permitía una mayor
visibilidad de las colinas lejanas del oriente limeño y de
buena parte del firmamento del Levante; aspectos estos,
particularmente, visibles desde la habitación que
compartía con uno de mis hermanos, pues contaba con un
amplio ventanal. Siendo inicio del verano, los tres hermanos que
allí nos encontrábamos reunidos, teníamos
las cortinas recogidas y las hojas de la ventana corridas para
facilitar la ventilación.

Eran las 18H55, cuando el capítulo de la serie
El Avispón Verde, tocaba a su fin. A
través de la gran ventana, solo se distinguía una
profunda oscuridad. Nuestros padres y dos hermanos más, en
compañía de la empleada, habían salido de
compras y no tardarían en regresar. Los tres de la
historia, nos hallábamos solos en la casa. De pronto, en
el epílogo del capítulo de esa serie
norteamericana, la imagen desapareció como cuando un canal
sale del aire. La interrupción tomó unos quince
segundos. Lo verdaderamente insólito ocurrió en los
cinco segundos intermedios. El firmamento de un negro profundo,
empezó a pintarse con todos los colores del espectro; uno
a la vez, No era un punto en el cielo, no era tan solo la
línea del horizonte; era toda la bóveda celeste
observable a través de la ventana, cambiando de un color a
otro, en fracciones de segundo. El fenómeno estaba tan
asociado con el firmamento, que pudimos distinguir las
sinuosidades de las colinas al Este de Lima, recortadas de negro
sobre un estupendo cielo de colores cambiantes.

Durante esos segundos, el televisor continuó
interferido. Unos cinco segundos después de concluido el
fenómeno celeste y vuelto el cielo a su negro nocturnal,
la señal volvió al canal. El programa
norteamericano había concluido y se emitían
mensajes comerciales. Le seguía un noticiario. Tal vez
allí se explicaría el evento. Sin embargo, nada
anormal fue reportado. En lo local, algo sobre la nueva
política del Gobierno del General Juan Velasco Alvarado;
en lo internacional, el desarrollo de la "Mad Man´s
Theory", impulsada por el Presidente Johnson, para Vietnam.
Cuando nuestros parientes retornaron, les preguntamos acerca del
evento. Nada; era la primera noticia para ellos. Aguardamos a la
mañana siguiente. "El Comercio de Lima
publicará lo que ocurrió", afirmó mi hermano
mayor. Pues no, eran las noticias de siempre. Ninguna novedad
desde el Observatorio del Morro Solar o de eventuales testigos.
Ya en nuestro Colegio –el San Agustín, en San
Isidro-, nos tuvimos que guardar las ganas, ante la ausencia de
comentarios al respecto. Era evidente que nadie, fuera de
nosotros tres, vio o sintió el fenómeno.

Han pasado los años y ni los colores en el cielo
ni la ignorancia generalizada frente al evento, nos han sido
explicados a satisfacción, jamás.

  • El Estudiante:

Le tocó el turno a Luis. Nos contó lo que
le ocurrió a una secretaria de la Universidad, con
relación a un estudiante.

Eran cerca de las 20H00 de un lunes de fin de semestre.
Todas las oficinas estaban cerradas y sus luces apagadas. Solo la
Secretaría del Departamento de Antropología, se
hallaba activa. Es que María Antonieta –antigua como
la Reina decapitada-, siempre fue la primera en llegar y la
última en dejar ese espacio departamental ("así son
las que no tienen nada mejor que hacer", complementaba Lucho).
Esa noche, la "Marioneta", como la llamábamos,
archivó los últimos papeles, revisó su
cartera, apagó la luz y cerró la puerta de su
oficina. Como ya mencionamos, las oficinas y el corredor que las
conectaba, estaban a oscuras y bajo llave, a excepción de
la de uno de los profesores. Aquella oficina tenía la
puerta entre abierta y la luz encendida. Antes de continuar su
recorrido por el oscuro y largo pasillo, Marioneta detuvo su
andar frente a la puerta de esa oficina y miró al
interior. En el escritorio anexo al del profesor, se encontraba
sentado un estudiante que la secretaria reconoció. "Hola,
cómo estás; ¿no queremos tener problemas con
el profesor, verdad?, le comentó María Antonieta.
El chico la miró, se sonrió y volvió la
mirada al papel que mantenía frente a él. Sin
inquietarse, la empleada continuó su largo y solitario
recorrido, hacia el ascensor que se hallaba antes del ducto de
las gradas. A medio camino, recapacitó. El titular de
aquella oficina no se encontraba y le gustaba hacer problema por
todo. Tradicionalmente, era ella quien salía de
última. Si ocurría algo, el muchacho y ella,
tendrían problemas. "Será mejor que salga conmigo",
pensó, mientras volvía sobre sus pasos, para
encontrarse con una sorpresa. La oficina del profesor estaba
cerrada y con la luz apagada, pero el estudiante jamás
pasó tras de ella, en su camino al ascensor o las gradas.
No existía otra posibilidad de vía, en ese cuarto
piso. Helada por el miedo, la secretaria caminó primero,
para correr después, hacia el ascensor. Sin desearlo,
recordaba las historias y cuentos de terror que se habían
tejido alrededor de ese edificio administrativo, antiguo Hospital
de la Universidad Católica.

Al día siguiente, María Antonieta
contó el incidente al profesor responsable de aquella
oficina, quien quedó más sorprendido que ella.
"Señora –le dijo-, ese estudiante está
matriculado en mi Taller de Mercados y desde el jueves pasado
hasta el domingo entrante, pasará en Riobamba donde tiene
que investigar ese tópico; es imposible que haya estado
aquí la noche de ayer".

En efecto, cuando el estudiante regresó de
Riobamba, una semana después, quedó perplejo al
escuchar la historia. "La noche del lunes pasado, viajaba a la
población de Chambo. Cerca de las ocho de la noche, la
llanta delantera del lado derecho del bus en que íbamos,
explotó. Afortunadamente, el conductor logró
detener el vehículo al borde del abismo, cortado por el
río. En esos instantes y a un metro de la tragedia, en mi
mente apareció la carta que me enviara desde el
extranjero, mi enamorada y que la leí, precisamente, en el
escritorio anexo de la oficina del profe, donde me documentaba en
antiguas investigaciones acerca del tema de los
mercados".

Desde entonces, la secretaria nunca cierra pasadas las
18H30, procurando siempre alguna compañía desde su
oficina hasta el lejano ascensor.

No cabe duda de que en ciertos lugares, el mal anda
suelto.

  • Los "Amigos":

Y pensar que nos hallábamos en la planta baja del
edificio en el que, supuestamente, se dieron esos hechos. Las
risas del comienzo, habían mudado por gestos de
interés y preocupación.

Afortunadamente, el turno le tocó al tonto del
grupo. Carlos Telmo –a diferencia de los demás-,
frisaba los treinta años. Tenía un cuerpo grande en
contraposición a sus pies y cabeza que lucían,
anormalmente, pequeños. Era un mulato de rostro abalonado
y se caracterizaba por mentir de seguido. Más que pensar,
alucinaba.

En fin, puesto en el predicamento de contar algo
insólito y por no querer admitir que jamás
había vivido algo importante, recurrió como
siempre, a la mentira y a la exageración. Afortunadamente,
el Telmo tiene conocidos consentidores que le ayudaremos a volver
trascendente lo intrascendente.

Juró por todos los Santos, aunque se decía
ateo, que había sido víctima de un encuentro
cercano del tercer tipo. Desde un inicio, no se lo creímos
porque juraba a cada paso, como intentando convencernos de algo
que él mismo no podía sustentar. De todas maneras,
había sido retado y tenía que continuar con su
cuento. Aseguró que hallándose de unos quince
años, en la parcela de sus padres, fue enviado en
compañía de un hermano de once, a arrear unas vacas
o algo parecido. Entendimos que esto ocurría
–según él- campo adentro de la
población de Alfalfas, Mote Chico o algo por el estilo.
Era tarde ya y cuando volvían con el par de vacas, fueron
sorprendidos no por un OVNI, sino por el tonto del tío que
tenía la fea costumbre de contar hasta tres –lo que
más pudo aprender en su primer y último Grado de
escuela-, para descargar después un pescozón saca
lágrimas en la tutuma de Carlos Telmito, para luego
alejarse, rápidamente, profiriendo insultos y dando
gritos. Recuperados de la impresión causada por el idiota,
reanudaron su marcha hacia el lar familiar. Unos minutos
después y cuando el crepúsculo cedía terreno
a la noche, los dos pequeños quedaron, verdaderamente,
sorprendidos al ver que entre unos arbustos, se encendía
una enorme esfera de color naranja. Los rapazuelos soltaron las
vacas y corrieron, lo mejor que pudieron, hacia el rancho de la
familia.

En la puerta y sin aliento, Carlos Telmito pugnaba con
su hermano, por entrar primero. De repente, una piedra de
regulares dimensiones, se estrelló contra la cabeza de
nuestro robusto informante. El chico gritó y dando una
voltereta en el aire, cayó en el ahumado ambiente que en
la casa de Carlos Telmo, hacía de comedor, cocina,
dormitorio y pesebre de otros animales.

Su iracundo padre, nublado por el alcohol, se le
acercó tambaleante, lo tomó del brazo y de un solo
impulso, lo colocó en pie mientras le averiguaba por el
destino de Hortensia y Clodomira, que así se llamaban las
vacas del cuento. Tartamudeando, Carlos le contó lo
ocurrido con el familiar primero, y con los "amigos"
después. Por supuesto, su padre no se lo creyó y
mientras empezaba a azotarlo con una soga que llevaba por correa,
su abuela, la mulata Blanquita -como afectuosamente la llamaban
por esos rumbos-, le reprochaba por sus malas inclinaciones que
eran, en último término, las que propiciaban que al
Telmo se le manifestara, a cada paso, el Maligno.

En honor a la verdad, debemos admitir que esta
anécdota ha sido recargada un tanto, con miras a bajar la
natural tensión causada por las anteriores, en los
lectores. Sin embargo, ya en 1978, arrancó más de
una carcajada y los respectivos comentarios.

En fin, sigamos con lo nuestro.

  • El Viaje:

Ahora viene el turno de Susana, A pesar de sus veinte y
dos años, es la más madura del grupo. Había
contraído matrimonio con un exitoso y joven industrial,
unos dos años atrás.

Poco antes de su matrimonio y en casa de los padres de
su prometido, escuchó una historia insólita. Su
futuro suegro mantenía relaciones comerciales con un
consorcio español. Un día, a inicios de esa
década, el padre de su novio hospedó en la casa, a
un ejecutivo de la firma española con la que
mantenía las mencionadas relaciones. En una noche de
tertulia, el peninsular le contó al futuro suegro de
Susana, sobre una experiencia ocurrida en España, a
mediados de la década de los años ´60. Se
trataba de una noticia increíble que, poco a poco, fue
minimizada y finalmente archivada por las agencias de prensa
españolas.

La novedad involucraba a tres jóvenes que siendo
nativos de un pequeño pueblo del Norte, cursaban sus
primeros años de universidad, en una ciudad distante tres
o cuatro horas de su lugar natal. Un viernes, los jóvenes
recordaron que en la pequeña población, se
daría una fiesta popular al día siguiente.
Decidieron, entonces, embarcarse en el automóvil que
tenía uno de ellos y dirigirse hacia aquella
población, en busca de esparcimiento y para encontrarse
con sus parientes y amigos.

El viaje de ida fue tranquilo; los muchachos arribaron
al pueblo hacia la medianoche y durmieron en las casas de sus
respectivos familiares, disfrutaron de los festejos del
día sábado y descansaron todo el
domingo.

Después de la merienda y como quedó
acordado, se encontraron en la plaza mayor para iniciar el viaje
de regreso a la universidad. El viaje se desarrollaba con
normalidad, cuando una espesa neblina los envolvió. El
conductor redujo la velocidad para evitar dificultades.
Adicionalmente y en medio de la bruma, buscaba una
estación de servicio para llenar el casi exhausto tanque
de su vehículo. Los kilómetros se sumaban y los
tres jóvenes ya angustiados, rezaban por hallar ese
servicio en la carretera. Cuando la persistente neblina
cedió un punto, uno de los muchachos alcanzó a
divisar luces, unos cincuenta metros más adelante. Llenos
de esperanza, los chicos se dirigieron hacia aquel lugar. En
efecto, era una gasolinera. El conductor estacionó el
vehículo al lado de una de las bombas y, sin más
trámite, solicitó a un corpulento mulato, que
llenase el tanque de su coche. Mientras se daba esta
operación, notaron que el calor y la humedad, eran
sofocantes.

Finalizado el proceso del surtido, el operario se
acercó a la ventanilla y solicitó la
cancelación del servicio en tal cantidad de
bolívares. Los jóvenes intentaron hacerlo en
pesetas. La discusión surgió. El hombre de la
estación decía hallarse en Venezuela; los
sorprendidos estudiantes sostenían estar en España.
Finalmente, los muchachos aceptaron bajar del vehículo
para inspeccionar el lugar. La vegetación circundante era
tropical, el hombre hablaba con acento venezolano, los productos
que vendía eran de Venezuela y las estaciones de radio que
se podían escuchar en la gasolinera, eran
caraqueñas.

Horas después y escoltados por funcionarios de la
Embajada española en Caracas, los tres jóvenes eran
embarcados rumbo a Europa. Su automóvil sería
transportado por barco, después de someterlo a ciertas
pruebas.

Dos días después, los inquietos
universitarios llegaron a su Casona de estudios cuando
profesores, compañeros y parientes iniciaban ya una
vigilia, esperando una explicación satisfactoria al
extraño "viaje" de los tres amigos.

Como nos dijo Susana al comienzo de su narración,
el asunto fue silenciado y nunca más se volvió a
hablar de aquel hecho tan singular. Porqué se guardan o
silencian este tipo de noticias es tan enigmático como las
narraciones que llevo registradas hasta ahora. En todo caso, la
cuestión del silencio no compete a este
trabajo.

  • Los Visitantes:

Empieza a oscurecer y es hora de asistir a nuestra
siguiente clase, pero a nadie parece importarle ese detalle.
Todos queremos seguir escuchando estas estupendas y extravagantes
historias. Damos la palabra a Raúl para que inicie su
relato.

Raúl había concluido sus estudios en un
prestigioso colegio de Quito. A despecho de aquello, hasta el
final, perteneció a la "pata" o grupo de los cuatro
más vagos de su promoción. No hay que decirlo, pero
eso lo llenaba de orgullo. "Oigan –decía-, eso de
ser uno de los cuatro más flojos de la promoción
más floja del colegio, es privilegio de pocos".

Cuando terminaban Sexto Curso, uno de los profesores,
les propuso hacer su viaje de fin de bachillerato a la
Amazonía del Ecuador. En medio del bosque oriental, la
orden religiosa propietaria del colegio, mantenía una
extensa hacienda. Sería una experiencia interesante para
aquellos muchachos ávidos de aventuras.
Desafortunadamente, en esos días, Raúl
enfermó y no pudo acompañar a sus amigos. Lo que
más le entristecía era no poder pasar sus
últimos días de colegial con aquellos tres amigos
que, si bien, no fueron aprovechados en sus estudios, lo fueron,
y largamente, en amistad, bondad y entusiasmo para emprender los
más atrevidos programas.

Partes: 1, 2, 3
 Página anterior Volver al principio del trabajoPágina siguiente 

Nota al lector: es posible que esta página no contenga todos los componentes del trabajo original (pies de página, avanzadas formulas matemáticas, esquemas o tablas complejas, etc.). Recuerde que para ver el trabajo en su versión original completa, puede descargarlo desde el menú superior.

Todos los documentos disponibles en este sitio expresan los puntos de vista de sus respectivos autores y no de Monografias.com. El objetivo de Monografias.com es poner el conocimiento a disposición de toda su comunidad. Queda bajo la responsabilidad de cada lector el eventual uso que se le de a esta información. Asimismo, es obligatoria la cita del autor del contenido y de Monografias.com como fuentes de información.

Categorias
Newsletter